Slawomir Mrozek, 1930-2013 escritor, dramaturgo y
dibujante de cómics polaco.
REVOLUCIÓN
En mi habitación la cama estaba aquí, el armario
allá y en medio la mesa.
Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama
allá y el armario aquí.
Durante un tiempo me sentí animado por la novedad.
Pero el aburrimiento acabó por volver.
Llegué a la conclusión de que el origen del
aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable.
Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El
resultado fue inconformista.
La novedad volvió a animarme, y mientras duró me
conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que
no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi
posición preferida.
Pero al cabo de cierto tiempo la novedad dejó de
ser tal y no quedo más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el
armario en medio.
Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario
en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista.
Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por
ese «cierto tiempo». Para ser breve, el armario en medio también dejó de
parecerme algo nuevo y extraordinario.
Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una
decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible
ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el
inconformismo no es suficiente, cuando la
vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución.
Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya
intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite
dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de
columna.
Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una
victoria total. Ya que esta vez «cierto tiempo» también se mostró impotente. Al
cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio —es
decir, el cambio seguía siendo un cambio—, sino que, al contrario, cada vez era
más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el
tiempo.
De modo que todo habría ido perfectamente a no ser
por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una
noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama.
Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después
puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio
me molestaba.
Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá
y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos
en que fui revolucionario.
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