EL TOQUE DE OBISPO
de Antonio Pereira
De pronto, el silbato de la máquina sonó con gravedad, casi
solemne, un silbido largo y dos cortos.
―¿Has oído? ―dijo mi padre―. ¡Es el maquinista, que ha hecho
el toque de obispo!
―¿Y eso? ―me admiré yo.
―Ellos tienen su código de señales, atención, atención
especial, máquina de cola que se separa del tren. Y el toque de obispo, éste es
de reverencia cuando se acercan a una ciudad episcopal, de las que tienen
obispo y no tienen gobernador civil. Astorga, Calahorra, Guadix…
La maravilla se repitió. Una señal profunda, declinante en
sus tramos finales, donde la pompa parecía dar paso a una emoción que te
apretaba el pecho, y ya entrábamos en agujas.
―Pero el toque de obispo ―a mi padre le tiraba su origen―
donde hay que oírlo es cuando el maquinista avista la insigne ciudad mitrada de
Mondoñedo, a las ferias de San Lucas te he de llevar.
Luego supe que en Mondoñedo no hay tren, pero eso importa
poco cuando la historia es bonita.
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