Anton Chejov
LO TIMÓ
En tiempos de antaño, en Inglaterra, los delincuentes
condenados a la pena de muerte gozaban del derecho a vender en vida sus
cadáveres a los anatomistas y los fisiólogos.
El dinero obtenido de esta forma, aquéllos se lo daban a sus
familias o se lo bebían.
Uno de ellos, pescado en un crimen horrible, llamó a su
lugar a un científico médico y, tras negociar con él hasta el hartazgo, le
vendió su propia persona por dos guineas.
Pero al recibir el dinero él, de pronto, se empezó a
carcajear…
—¿De qué se ríe? -se asombró el médico.
—¡Usted me compró a mí, como un hombre que debe ser colgado —dijo
el delincuente carcajeándose—, pero yo lo timé a usted! ¡Yo voy a ser quemado!
¡Ja-já!
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