Anthony de Mello
Anthony de Mello
S.J. (1931-1987) Sacerdote jesuita famoso por sus libros y conferencias de
espiritualidad, donde mezclaba la doctrina judeo-cristiana con el budismo.
Fue
condenado por una Notificación sobre los escritos del Padre Anthony De Mello,
S. J., publicada por la Congregación para la Doctrina de la Fe el 24 de junio
de 1998.
De Mello nació en
Bombay, India en 1931.
Completó inició sus estudios sacerdotales en la Compañía
de Jesús, en Poona.
Se graduó en psicología, carrera que siguió en Estados
Unidos.
Comenzó
dirigiendo ejercicios espirituales para jóvenes novicios; pero había agregado
los ingredientes propios de su personalidad tan especial; y fueron numerosos
sus retiros para la renovación del espíritu. Al mismo tiempo que escribía su
primer libro sobre meditación y ejercicios espirituales.
Murió en la
Universidad de Fordham, de un fulminante ataque cardiaco, la misma noche de su
primer día en Nueva York, el 1 de junio de 1987 y tres meses antes de cumplir
los cincuenta y seis años.
Sus restos descansan en Bombay, lugar donde fue
bautizado.
Posteriormente a
su muerte, en 1998, la Congregación para la Doctrina de la Fe (dirigida por el
entonces cardenal Ratzinger) investigó sus escritos y calificó algunos de ellos
como «incompatibles» con la fe católica.
Algunas ediciones
de sus libros llevan una hoja de precaución que indica: 'Los libros escritos
por el padre Anthony de Mello fueron escritos en un contexto multirreligioso
para ayudar a los seguidores de otras religiones, agnósticos y ateos en su
búsqueda espiritual, y el autor no pretendió que fueran un manual de
instrucciones sobre la fe católica en la doctrina y dogmas cristianos.
De mente inquieta
y casi revolucionaria, De Mello prosiguió su formación personal interesándose
por diversas tradiciones religiosas asiáticas y del Medio Oriente.
Captó
enseguida que los cuentos y los pequeños relatos —nacidos en la profunda noche
de los tiempos, como una forma de transmisión de enseñanzas—, seguían siendo
tan válidos y necesarios hoy en día como lo habían sido siempre.
Es por ello
que muchos de los libros que siguió escribiendo De Mello fueron una
recopilación y adaptación de estas enseñanzas de origen sufí y zen, relatos del
medio oriente, dichos y hechos que aparecen en las leyendas hindúes y también
de las mismas enseñanzas cristianas y judías.
El común
denominador entre todos estos cuentos breves —generalmente de una sola página—
es su cualidad paradójica.
Con ello, Tony pretendía ofrecer un revulsivo a las personas
que sentían un interés en la espiritualidad, pero que tenían las mentes
adormecidas; consciente del embotamiento que había producido en el cristianismo
occidental décadas de formalismo moral y doctrinal, sabía que para que la
fuente de los prodigios brotara de nuevo hacía falta remover los rescoldos del
fondo del pozo. Y este es el efecto que producen sus narraciones: una confusión
paradójica que apunta a un despertar.
Tarde o temprano
estas enseñanzas tradicionales —y revolucionarias— encontraron sus detractores,
que acusaron a De Mello de olvidar el aspecto formal de la religión cristiana
para lanzarse a una exploración sin límites que diluía las enseñanzas de unas y
otras religiones.
Algo de cierto
habrá en ello, pues algunos cuentos apuntan a un lugar que va más allá de la
doctrina: abren un espacio al misticismo, en el que encuentran su fuente
diversas tradiciones espirituales.
Aun así, y quizás
por este motivo, la aceptación popular de sus libros ha sido más que fenomenal:
han sido traducidos a más de 40 idiomas de todo el mundo, y muchas personas —cristianas
o agnósticas—, han reconocido que Anthony de Mello tendió un puente espiritual
entre oriente y occidente —un puente que tiene circulación en ambos sentidos.
Anécdota
El
jesuita Anthony de Mello
escribió una vez :
«Nadie puede
decir que ha alcanzado el pináculo de la Verdad», entonces por
esta cita hasta un millar de personas
sinceras le han denunciado
por blasfemia.
6 cuentos breves
de Tony de Mello
1
Los muros que nos
aprisionan son mentales, no reales.
Un oso recorría
constantemente, arriba y abajo, los seis metros de largo de la jaula.
Cuando, al cabo
de cinco años, quitaron la jaula, el oso siguió recorriendo arriba y abajo los
mismos seis metros, como si aún estuviera en la jaula
…Y lo estaba...
para él...
2
Nuestros enemigos
no son los que nos odian, sino aquellos a quienes nosotros odiamos.
Un ex-convicto de
un campo de concentración nazi fue a visitar a un amigo que había compartido
con él tan penosa experiencia.
—”¿Has olvidado
ya a los nazis?” —le pregunto a su amigo.
—“Si” —dijo este.
—”Pues yo no. Aún
sigo odiándolos con toda mi alma.”
Su amigo le dijo
apaciblemente:
—”Entonces, aún siguen teniéndote prisionero.”
3
La mayoría de las
veces, los defectos que vemos en los demás son nuestros
propios defectos.
—“Perdone, señor”
—dijo el tímido estudiante—, “pero no he sido capaz de descifrar lo que me
escribió usted al margen en mi último examen....”
—“Le decía que
escriba usted de un modo más legible” —le replicó el profesor.
4
El poder del
miedo
La Peste se
dirigía a Damasco y pasó velozmente junto a la tienda del jefe de una caravana
en el desierto.
—“¿Adónde vas con
tanta prisa?” —Le pregunto el jefe.
—“A Damasco.
Pienso cobrarme un millar de vidas.”
De regreso de
Damasco, la Peste pasó de nuevo junto a la caravana.
Entonces le dijo
el jefe:
—“¡Ya sé que te
has cobrado 50.000 vidas, no el millar que habías dicho!.”
—“No” —le
respondió la Peste.
—“Yo sólo me he
cobrado mil vidas. El resto se las ha llevado el Miedo.”
5
Felicidad
Decía un anciano que
sólo se había quejado una vez en toda su vida.
Cuando iba con
los pies descalzos y no tenía dinero para comprar zapatos.
Entonces vio a un
hombre feliz que no tenía pies.
Y nunca volvió a
quejarse.
6
Diógenes
Estaba el
filósofo Diógenes cenando lentejas cuando le vio el filósofo Aristipo, que vivía
confortablemente a base de adular al rey.
Y le dijo
Aristipo:
—"Si
aprendieras a ser sumiso al rey, no tendrías que comer esa basura de
lentejas".
A lo que replicó
Diógenes:
—"Si
hubieras tú aprendido a comer lentejas, no tendrías que adular al rey".
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