EL GOCE DE LA CULTURA
Y EL GUSTO EN EL
CONOCIMIENTO
- Lin Yutang -
La meta de la educación, la cultura, es
simplemente el desarrollo del buen gusto en el conocimiento y las buenas formas
en la conducta.
El hombre culto o el hombre educado ideal no es
necesariamente un hombre que ha leído o aprendido mucho, sino aquel a quien
gustan y disgustan las cosas que le deben gustar y disgustar.
Saber qué se debe amar y qué se debe odiar es
tener buen gusto en el conocimiento.
Nada exaspera tanto como conocer en una reunión a
una persona cuya mente está atestada de fechas y datos históricos y que se
halla muy enterada de las cuestiones corrientes en Rusia o Checoeslovaquia,
pero cuya actitud o punto de vista es erróneo.
Estas personas así, suelen tener algunos hechos o
cifras que presentar un una conversación, pero cuyos puntos de vista son
deplorables.
Estas personas tienen erudición, pero no
discernimiento, y tampoco gusto.
La erudición es simplemente cuestión de atestar
hechos o información, en tanto que el gusto o el discernimiento es cuestión de
juicio artístico.
Al hablar de un sabio, los chinos distinguen entre
la erudición, la conducta, y el gusto o discernimiento.
Así ocurre, particularmente, con respecto a los
historiadores; un libro de historia puede estar escrito con la más detallada
erudición, pero carecer de visión o discernimiento, y en su juicio o
interpretación de personas y hechos de la historia el autor puede demostrar
falta de originalidad o de profundidad de comprensión.
Solemos decir que un autor así no tiene gusto en
el conocimiento.
Estar bien informado, o acumular hechos y
detalles, es la cosa más fácil.
En un período histórico dado hay muchos hechos que
pueden ser metidos fácilmente en la mente, pero el discernimiento en la
selección de los hechos significativos es una cosa sumamente más difícil, y
depende del punto de vista de cada uno.
Un hombre educado, pues, es el que tiene los
amores y los odios justos.
Esto es lo que llamamos gusto, y con el gusto
viene el encanto.
Tener gusto o discernimiento requiere capacidad
para pensar las cosas hasta el fondo, independencia de juicio y resistencia a
ser engañado por cualquier forma de embeleco (embuste) : social, político, literario,
artístico o académico.
No hay duda que en nuestra vida adulta estamos
rodeados por una cantidad de embelecos o farsas: de fama, de riqueza,
patrióticos, políticos; hay poetas de farsa, políticos de farsa, dictadores de
farsa y psicólogos de farsa.
Cuando un hombre se equivoca, bien, se equivoca, y
no hay necesidad de que nadie se impresione o quede pasmado por un gran nombre
o por el número de libros ha leído él y nosotros no conocemos.
El gusto, pues, está íntimamente asociado con la
valentía, los chinos siempre piensan que la valentía o independencia de juicio,
como sabemos, es una virtud muy rara en la humanidad.
Vemos esta valentía o independencia intelectual
durante la infancia de todos los pensadores y escritores que después han
llegado a algo.
Estas personas se niegan a que les guste un poeta
determinado aunque sea la grande sensación de su época; pero cuando en realidad
les gusta un poeta, pueden decir que les gusta, y esto es debido a su juicio
íntimo.
Esto es lo que llamamos gusto en literatura.
También se niegan a prestar su aprobación a la
escuela corriente de pintura, si choca con sus instintos artísticos.
Esto es gusto en el arte.
También se niegan a
quedar impresionados por una filosofía de moda o una teoría reciente, aunque
las respalde el más grande de los nombres del momento.
No se dejan convencer por ningún autor hasta que
se convencen en lo íntimo; si el autor les convence, tiene razón el autor, pero
si no les puede convencer, son ellos quienes tienen razón y no el autor.
Esto es gusto en el conocimiento.
No hay duda de que esta valentía intelectual o
independencia de juicio requiere cierta confianza infantil, trivial, en sí
mismo, pero ese yo es lo único a que se puede a aferrar uno, y en cuanto un
estudiante renuncia a su derecho al juicio personal ya está destinado a aceptar
todos los embustes de la vida.
Confucio parece haber pensado que la erudición sin
pensamiento era más peligrosa que los pensamientos sin el apoyo de la
erudición; fue él quien dijo:
"Pensar sin aprender nos hace caprichosos, y
aprender sin pensar es un desastre".
Debe haber visto buen número de estudiantes del
último tipo en sus días para pronunciar esta advertencia, una advertencia muy
necesaria en las escuelas modernas.
Es bien sabido que la educación moderna y los
modernos sistemas escolares, en general, tienden a alentar la erudición a
expensas del discernimiento, y consideran el acaparamiento de información como
un fin en sí mismo, como si una gran suma de erudición pudiera formar a un
hombre educado.
Pero ¿por qué se desalienta, en la escuela, a
quien quiere pensar?
¿Por qué ha torcido y falseado el sistema
educacional la placentera búsqueda de conocimientos para convertirla en un
mecánico, medido, uniforme y pasivo amontonamiento de informaciones?
¿Por qué concedemos más importancia al
conocimiento que al pensamiento?
La razón es sencilla.
Tenemos este sistema porque educamos a la gente en
masas, como en una fábrica, y todo lo que ocurre dentro de una fábrica debe
suceder según un sistema muerto y mecánico.
A fin de proteger su fama y
"standardizar" sus productos, la escuela debe darles diplomas como
certificados.
Con los diplomas nace la necesidad de pasar de
curso, y con esto vienen las clasificaciones, y a fin de que haya
clasificaciones debe haber lecciones, exámenes y pruebas.
Todo esto forma una secuencia enteramente lógica y
no hay forma de escapar de ella.
Pero las consecuencias de los exámenes mecánicos
son más fatales de lo que imaginamos.
Porque inmediatamente se acentúa la necesidad de
memorizar los hechos, más que el desarrollo del gusto o del juicio.
Yo he sido maestro y sé que es más fácil hacer un
conjunto de preguntas sobre fechas históricas que sobre vagas opiniones acerca
de vagas cuestiones.
También es más fácil clasificar así a los alumnos.
Es útil recordar todavía que Confucio dijo:
"La erudición que consiste en la memorización
de hechos no califica a nadie para ser maestro".
Debemos abandonar la idea de que los conocimientos
de un hombre pueden ser probados o medidos en una forma cualquiera.
Tschuangtsé ha dicho muy bien:
"¡Ay, mi vida está limitada, y el
conocimiento no tiene límites!"
La busca de conocimiento es, después de todo,
solamente como la exploración de un nuevo continente, o "una aventura del
alma", como dice Anatole France, y ha de ser un placer en lugar de
convertirse en tortura si se mantiene el espíritu de exploración con ánimo
desaprensivo, interrogativo, curioso y aventurero.
En lugar del amontonamiento medido, uniforme y
pasivo de información, tenemos que mantener este ideal de un placer individual
positivo y creciente.
Sugiero que todas estas ideas son inmorales.
La búsqueda del conocimiento no debe ser cuestión de nadie más que de uno mismo, y sólo entonces podrá ser un placer, y podrá ser positiva, la educación humana.
La búsqueda del conocimiento no debe ser cuestión de nadie más que de uno mismo, y sólo entonces podrá ser un placer, y podrá ser positiva, la educación humana.
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