Cuento breve de
Enrique Anderson Imbert
Jack Turpin (Inglaterra, 1750-1785) fue el actor más afamado y difamado en el reino de Jorge III.
Afamado por su elegancia de galán en las comedias de
Sheridan que se ponían en el Teatro Drury Lane y difamado en la sociedad de
Londres por las explosiones de su carácter irascible.
Una noche, en una taberna, el crítico Stewart se atrevió a
burlarse de esa doble personalidad de caballero en la ficción y energúmeno en
la realidad.
Una palabra dura provocaba otra aún más dura y al final Turpin, fuera de sí y contradiciéndose, le gritó a Stewart:
—¡Le voy a probar que soy capaz de comportarme en la vida
con el decoro del arte!
A Stewart no se lo pudo probar porque, en uno de sus irreprimibles arrebatos, lo mató allí mismo de un pistoletazo, pero lo probó ante el mundo en su primera oportunidad.
A Stewart no se lo pudo probar porque, en uno de sus irreprimibles arrebatos, lo mató allí mismo de un pistoletazo, pero lo probó ante el mundo en su primera oportunidad.
Un testigo describe la escena así:
Piensa:
—"Hoy, en esta tragedia a la manera de Richard
Cumberland, desempeñaré con toda mi alma el papel de condenado a muerte".
Y, en efecto, resulta ser la mejor representación en su
brillante carrera teatral.
Avanza con las manos entrelazadas por la espalda, el cuerpo
erguido, la cabeza orgullosa, hasta que se abre a sus pies un escotillón y
Turpin, en el patio de la prisión de Newgate, queda colgado de la horca.
F I N
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