JULIO CORTAZAR
LEYENDO ALGUNAS COSAS
DE CORTAZAR
(ACLARACIÓN: LEER A CORTAZAR NO ES PARA TODOS)
CÓNDOR Y CRONOPIO
Un cóndor cae como un rayo sobre un cronopio que pasa por
Tinogasta, lo acorrala contra una pared de granito, y dice con gran petulancia,
a saber:
Cóndor.—Atrévete a afirmar que no soy hermoso.
Cronopio,—Usted es el pájaro más hermoso que he visto nunca.
Cóndor.—Más todavía.
Cronopio.—Usted es más hermoso que el ave del paraíso.
Cóndor.—Atrévete a decir que no vuelo alto.
Cronopio.—Usted vuela a alturas vertiginosas, y es por
completo supersónico y estratosférico.
Cóndor.—Atrévete a decir que huelo mal.
Cronopio.—Usted huele mejor que un litro entero de colonia
Jean-Marie Fariña.
Cóndor.—Mierda de tipo. No deja ni un claro donde sacudirle
un picotazo.
APLASTAMIENTO DE LAS GOTAS
Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el
tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y
duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro qué
hastío.
Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana;
se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va
creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae.
Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la
ve que se agarra con los dientes mientras le crece la barriga; ya es una gotaza
que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una
viscosidad en el mármol.
Pero las hay que se suicidan y se entregan en seguida,
brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto,
sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del
caer y aniquilarse.
Tristes gotas, redondas inocentes gotas.
Adiós gotas.
Adiós.
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