Macedonio Fernández
Macedonio Fernández nació en Buenos Aires en 1874,
falleció también en Buenos Aires en 1952, fue un escritor argentino, autor de
novelas, cuentos, poemas, artículos periodísticos, ensayos filosóficos y textos
de naturaleza inclasificable.
Hijo de Macedonio Fernández, estanciero y militar,
y de Rosa del Mazo Aguilar Ramos.
Compañero y amigo íntimo de Jorge Guillermo Borges
(padre de Jorge Luis Borges), comparten el interés por el estudio de la
psicología de Herbert Spencer y por la filosofía de Arthur Schopenhauer.
Publica en La Montaña, diario socialista dirigido
por Leopoldo Lugones y José Ingenieros.
En 1898 a los 24 años recibe su diploma de
abogado.
Al año siguiente se casa con Elena de Obieta, con
quien tendrá cuatro hijos.
En 1910 obtiene el cargo de Fiscal en el Juzgado
Letrado de la ciudad de Posadas, en la provincia de Misiones, que desempeña
durante algunos años.
Macedonio
era abogado, pero no ejerció durante mucho tiempo.
Fue fiscal y juez subrogante en Posadas desde 1908 hasta 1912.
Fue fiscal y juez subrogante en Posadas desde 1908 hasta 1912.
Macedonio como un magistrado honesto, que fue
alejado de su cargo por negarse a convalidar una injusticia.
Este asunto culminó con la expulsión de Macedonio
de su cargo lo muestran como un magistrado honesto, apartado por sus superiores
cuando, con tranquila dignidad, se negó a convalidar una injusticia.
Este caso merece tratarse en otro momento y más en
profundidad.
Luego de la muerte de su mujer, en 1920, a los 46
años Macedonio se aparta de su círculo de amigos, abandona definitivamente su
profesión, vive en distintas pensiones o casas de amigos; sufre distintos tipos
de enfermedades, que trata de curar él mismo.
Al enviudar sus hijos quedan al cuidado de abuelos
y tías.
Era un tipo terriblemente friolento, duerme
vestido: “Morir es sacarse el sobretodo”, escribió una vez Macedonio.
Cuando Jorge Luis Borges vuelve de Europa en 1921
redescubre a Macedonio, con quien comienza una prolongada amistad.
Borges, hacia 1960, dicta —ya ciego— un breve y
sustancioso prólogo para una antología de Macedonio, allí nos dice que ninguna
persona lo impresionó tanto como él.
Fue un hombre que no se cansaba de ocultar, antes
que mostrar, su inteligencia proverbial.
Macedonio prefería el tono de consulta modesta
antes que el dictamen pontificador.
Su tono habitual era el del ánimo perplejo.
Lo caracterizaba la veneración de Cervantes, una
cierta divinidad, para él.
Detestaba todo aparato erudito, que entendía como
una manera de eludir el pensamiento personal.
De esta manera su actividad mental era incesante.
Vivía desinteresado de las críticas ajenas, de
confirmaciones o refutaciones exteriores.
Con desparpajo y no cuestionada generosidad,
atribuía su propia inteligencia a todos los hombres.
Poseía la veneración supersticiosa de todo lo
argentino.
Y ejecutaba, en grado eminente, el arte de la
soledad, y de la inacción.
Sin hacer absolutamente nada, era capaz de
permanecer solo, durante horas.
Pensar —no escribir— era su devota tarea.
Aunque también solía, en la soledad de su pieza, o
en la turbulencia de un café, abarrotar cuartillas en caligrafía minuciosa.
Empero, no le asignaba valor a su palabra escrita.
Dos temores lo atravesaban: el del dolor y el de
la muerte.
Borges conjeturaba que para eludir este último
postuló la metafísica inexistencia del yo.
En lo que concierne a la literatura, le importaba
menos que el pensamiento y la publicación le era más indiferente que la
literatura.
Así, su vocación fundamental era la contemplativa
y la persecución del desciframiento del misterio filosófico del universo.
Vivió en muchos cuartos de hoteluchos y en humildes
piezas de pensión, lugares estos donde siempre dejaba olvidada algunas
pertenencias y muchos de sus escritos.
A causa de esta manera de ser de
Macedonio la mayoría de sus escritos se han perdido, nunca le dio importancia a
lo que escribía.
Cambiaba de domicilio frecuentemente.
En 1947, Macedonio se instala en la casa de su
hijo Adolfo, donde residirá hasta su muerte, ocurrida a los años 78 de edad.
EL CHISTE EN MACEDONIO
El accidente de haber sido nombrado fiscal lo
llevó a concebir la justicia irónicamente: se sabe que Macedonio prefería
absolver los crímenes pasionales; sus argumentos hacían reír.
¿Su candidatura a presidente de la república fue
un chiste?
Probablemente, ya que estuvo concebida como tal:
Macedonio decía que muchas personas estaban
decididas a abrir un kiosco, pero muy pocas lo estaban a ser presidente de la
república, entonces era más fácil ser presidente que abrir un kiosco.
La campaña presidencial pretendía modificar
ciertos “puntos sensibles” de la realidad a través de la fabricación de objetos
extraños: cucharas de papel, las cuales se fundían al utilizarlas; escaleras
con escalones de diferentes alturas; objetos de pesos anormales (lapiceras muy
pesadas, armarios muy livianos), etcétera.
La población, presa del pánico, encontraría como
única solución: Macedonio presidente.
El chiste en Macedonio es irónico ya que trata de
romper con el contexto, con toda continuidad que mantenga la “identificación
significante”.
Vuelve ilusoria la realidad a través de la realidad; su
personaje “El Idiota de Buenos Aires” advierte al mundo sobre los hechos
“reales”: un día de lluvia, corre detrás de las personas para avisarles que sus
paraguas se están mojando.
En fin, este Macedonio era todo un personaje
pintoresco digno de comentarse.
TRES COCINEROS
Y UN HUEVO FRITO
Hay tres cocineros en un hotel; el primero llama
al segundo y le dice:
—Atiéndeme ese huevo frito; debe ser así: no muy
pasado, regular sal, sin vinagre.
Pero a este segundo viene su mujer a decir que le han robado la cartera, por lo que se dirige al tercero:
—Por favor, atiéndeme este huevo frito que me
encargó Nicolás y deber ser así y así —y parte a ver cómo le habían robado a su
mujer.
Como el primer cocinero no llega, el huevo está hecho y no se sabe a quién servirlo; se le encarga entonces al mensajero llevarlo al mozo que lo pidió, previa averiguación del caso; pero el mozo no aparece y el huevo en tanto se enfría y marchita.
Después de molestar con preguntas a todos los clientes del hotel se da con el que había pedido el huevo frito.
El cliente mira detenidamente, saborea, compara
con sus recuerdos y dice que en su vida ha comido un huevo frito más delicioso,
más perfectamente hecho.
Como el gran jefe de fiscalización de los procedimientos culinarios llega a saber todo lo que había pasado y conoce los encomios, resuelve: cambiar el nombre del hotel (pues el cliente se había retirado haciéndole gran propaganda) llamándolo Hotel de los 3 Cocineros y 1 Huevo Frito, y estatuye en las reglas culinarias que todo huevo frito debe ser en una tercera parte trabajado por un diferente cocinero.
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