Elsa
Bornemann
Nació en Parque Patricios en 1952, Capital
Federal, Argentina, viernes 24 de mayo pasado, a los 61 años en Buenos aires.
Se recibió de maestra nacional y de Licenciada en
Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de
Buenos Aires.
Escribió cuentos, canciones, novelas y piezas
teatrales para chicos y adolescentes.
Recibió innumerables premios literarios nacionales
y extranjeros, asímismo numerosos galardones como por ejemplo el Premio San
Francisco de Asís en 1977 y Premio Konex de Platino 1994.
Durante la última dictadura militar que gobernó
Argentina, autodenominada Proceso de Reorganización Nacional, comandado por el
genocida Videla y otros milicos secuaces cobardes, su libro "Un elefante
ocupa mucho espacio" fue censurado y pasó a integrar la lista de autores
prohibidos.
Ese
mismo cuento fue galardonado con la Lista de Honor del Premio Internacional
Hans Christian Andersen otorgado por IBBY (International Board on Books for
Young People) por primera vez para un escritor argentino, al considerárselo un
ejemplo de la literatura de importancia internacional.
UN
ELEFANTE
OCUPA MUCHO ESPACIO
Que
un elefante ocupa mucho espacio lo sabemos todos.
Pero
que Víctor, un elefante de circo, se decidió una vez a pensar "en elefante",
esto es, a tener una idea tan enorme como su cuerpo... ah... eso algunos no lo
saben, y por eso se los cuento:
Verano.
Los
domadores dormían en sus carromatos, alineados a un costado de la gran carpa.
Los
animales velaban desconcertados.
No
era para menos: cinco minutos antes el loro había volado de jaula en jaula
comunicándoles la inquietante noticia.
El
elefante había declarado huelga general y proponía que ninguno actuara en la
función del día siguiente.
—¿Te
has vuelto loco, Víctor?— le preguntó el león, asomando el hocico por entre los
barrotes de su jaula. —¿Cómo te atreves a ordenar algo semejante sin haberme
consultado? ¡El rey de los animales soy yo!
La
risita del elefante se desparramó como papel picado en la oscuridad de la
noche:
—Ja.
El rey de los animales es el hombre, compañero. Y sobre todo aquí, tan lejos de
nuestras selvas...
—¿De
qué te quejas, Víctor? —interrumpió un osito, gritando desde su encierro. ¿No
son acaso los hombres los que nos dan techo y comida?
—Tú
has nacido bajo la lona del circo... —le contestó Víctor dulcemente. La esposa
del criador te crió con mamadera... Solamente conoces el país de los hombres y
no puedes entender, aún, la alegría de la libertad...
—¿Se
puede saber para qué hacemos huelga? —gruñó la foca, coleteando nerviosa de
aquí para allá.
—¡Al
fin una buena pregunta! —exclamó Víctor, entusiasmado, y ahí nomás les explicó
a sus compañeros que ellos eran presos... que trabajaban para que el dueño del
circo se llenara los bolsillos de dinero... que eran obligados a ejecutar
ridículas pruebas para divertir a la gente... que se los forzaba a imitar a los
hombres... que no debían soportar más humillaciones y que patatín y que
patatán.
(Y que patatín fue el consejo de hacer entender a los hombres que los
animales querían volver a ser libres... Y que patatán fue la orden de huelga
general...)
—Bah...
Pamplinas... —se burló el león—. ¿Cómo piensas comunicarte con los hombres?
¿Acaso alguno de nosotros habla su idioma?
—Sí
-aseguró Víctor. El loro será nuestro intérprete —y enroscando la trompa en los
barrotes de su jaula, los dobló sin dificultad y salió afuera. En seguida,
abrió una tras otra las jaulas de sus compañeros.
Al
rato, todos retozaban en los carromatos. ¡hasta el león!
Los
primeros rayos de sol picaban como abejas zumbadoras sobre las pieles de los
animales cuando el dueño del circo se desperezó ante la ventana de su casa
rodante.
El
calor parecía cortar el aire en infinidad de líneas anaranjadas... (los
animales nunca supieron si fue por eso que el dueño del circo pidió socorro y
después se desmayó, apenas pisó el césped...)
De
inmediato, los domadores aparecieron en su auxilio:
—Los
animales están sueltos!— gritaron acoro, antes de correr en busca de sus
látigos.
—¡Pues
ahora los usarán para espantarnos las moscas!— les comunicó el loro no bien los
domadores los rodearon, dispuestos a encerrarlos nuevamente.
—¡Ya
no vamos a trabajar en el circo! ¡Huelga general, decretada por nuestro
delegado, el elefante!
—¿Qué
disparate es este? ¡A las jaulas! —y los látigos silbadores ondularon
amenazadoramente.
—¡Ustedes
a las jaulas! —gruñeron los orangutanes. Y allí mismo se lanzaron sobre ellos y
los encerraron.
Pataleando furioso, el dueño del circo fue el que más
resistencia opuso. Por fin, también él miraba correr el tiempo detrás de los
barrotes.
La
gente que esa tarde se aglomeró delante de las boleterías, las encontró
cerradas por grandes carteles que anunciaban:
CIRCO TOMADO POR LOS
TRABAJADORES. HUELGA GENERAL DE ANIMALES.
Entretanto,
Víctor y sus compañeros trataban de adiestrar a los hombres:
—¡Caminen
en cuatro patas y luego salten a través de estos aros de fuego! ¡Mantengan el
equilibrio apoyados sobre sus cabezas!
—¡No
usen las manos para comer! ¡Rebuznen! ¡Maúllen! ¡Ladren! ¡Rujan!
—¡BASTA,
POR FAVOR, BASTA! —gimió el dueño del circo al concluir su vuelta número
doscientos alrededor de la carpa, caminando sobre las manos—. ¡Nos damos por
vencidos! ¿Qué quieren?
El
loro carraspeó, tosió, tomó unos sorbitos de agua y pronunció entonces el
discurso que le había enseñado el elefante:
—...
Con que esto no, y eso tampoco, y aquello nunca más, y no es justo, y que
patatín y que patatán... porque... o nos envían de regreso a nuestras selvas...
o inauguramos el primer circo de hombres animalizados, para diversión de todos
los gatos y perros del vecindario. He dicho.
Las
cámaras de televisión transmitieron un espectáculo insólito aquel fin de
semana: en el aeropuerto, cada uno portando su correspondiente pasaje en los
dientes (o sujeto en el pico en el caso del loro), todos los animales se
ubicaron en orden frente a la puerta de embarque con destino al África.
Claro
que el dueño del circo tuvo que contratar dos aviones:
En uno viajaron los
tigres, el león, los orangutanes, la foca, el osito y el loro.
El otro fue
totalmente utilizado por Víctor... porque todos sabemos que un elefante ocupa
mucho, mucho espacio...
NOTA:
Este cuento, junto con todos los incluidos en el libro titulado "Un
elefante ocupa mucho espacio" fue prohibido en la época del proceso militar.
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