jueves, 12 de julio de 2012

Frases famosas de Ernesto Sabato




Frases famosas de Ernesto Sabato


Siempre tuve miedo al futuro, porque en el futuro, entre otras cosas, está la muerte.

Ser original es en cierto modo estar poniendo de manifiesto la mediocridad de los demás.

Las modas legítimas en las cosas menores, como el vestido. En el pensamiento y en el arte son abominables.

El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria. Hay una manera de contribuir a la protección de la humanidad, y es no resignarse.

A cada hora el poder del mundo se concentra y se globaliza. La masificación ha hecho estragos, ya es difícil encontrar originalidad en las personas y un idéntico proceso se cumple en los pueblos, es la llamada globalización.

¿Qué se puede hacer en 80 años? Probablemente, empezar a darse cuenta como habría que vivir y cuáles son las tres o cuatro cosas que valen la pena.

Habrá siempre un hombre tal que, aunque su casa se derrumbe, estará preocupado por el Universo. Habrá siempre una mujer tal que, aunque el Universo se derrumbe, estará preocupada por su hogar.

Se discute si Dalí es auténtico o farsante. Pero ¿tiene algún sentido decir que alguien se ha pasado la vida haciendo una farsa?

¿Por qué no suponer, al revés, que la continua farsa es autenticidad?
Cualquier expresión es, en definitiva un género de sinceridad.

El presente engendra el pasado.

El oficio –en el arte- consiste en que no se lo advierta.

¿O será uno de esos seres solitarios y a que los temerosos que sólo resisten la soledad con la ayuda de ese gran enemigo de los fantasmas, reales o imaginarios, que es la luz?

Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperad de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos hable tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano.

Todo hace pensar que la Tierra va en camino de transformarse en un desierto superpoblado… Este paisaje fúnebre y desafortunado es obra de esa clase de gente que se habrá reído de los pobres diablos que desde hace tantos años lo veníamos advirtiendo, aduciendo que eran fábulas típicas de escritores, de poetas fantasiosos.

Si nos cruzamos de brazos seremos cómplices de un sistema que ha legitimado la muerte silenciosa.

En la bondad se encierran todos los géneros de sabiduría.

Lo admirable es que el hombre siga luchando y creando belleza en medio de un fundamento bárbaro y hostil.

Un genio es alguien que descubre que la piedra que cae y la luna que no cae representan un solo y mismo fenómeno.

Siempre de lo bueno viene lo malo, y de lo malo, lo bueno.

La vanidad es tan fantástica, que hasta nos induce a preocuparnos de lo que pensarán de nosotros una vez muertos y enterrados.

El artista debe ser mezcla de niño, hombre y mujer.

El proceso cultural es un proceso de domesticación que no puede llevarse a cabo sin rebeldía por parte de la naturaleza animal, ansiosa de libertad.

Vivir consiste en construir futuros recuerdos.

Yo escribo, porque si no me hubiera muerto, para buscar el sentimiento de la existencia.

Hay una manera de contribuir a la protección de la humanidad y es no resignarse.

Un buen escritor expresa grandes cosas con pequeñas palabras; a la inversa del mal escritor, que dice cosas insignificantes con palabras grandiosas.

El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria.

La razón no sirve para la existencia.

Para ser humildes se necesita grandeza.

El arte no es terapia, pero además es terapéutico.

Leer les agradará, chicos, el deseo, y el horizonte de la vida.

Privar a un niño de su derecho a la educación es amputarlo de esa primera comunidad donde los pueblos van madurando sus utopías.

Un creador es un hombre que en algo “perfectamente” conocido encuentra aspectos desconocidos. Pero, sobre todo, es un exagerado.

Algunos supondrán que, por mi manera de ser, propensa a la melancolía y el pesimismo, estos 90 años con los que cargo encima acabarán por desalentarme; sin embargo, es todo lo contrario.

Pocos países en el mundo debe haber en que el sentimiento de nostalgia sea tan reiterado: en los primeros españoles, porque añoraban su patria lejana; luego en los indios, porque añoraban su libertad perdida y su propio sentido de la existencia; más tarde en los gauchos desplazados por la civilización gringa, exiliados en su propia tierra, melancólicamente rememorando la edad de oro de su salvaje independencia; en los viejos patriarcas criollos, porque sentían que aquél hermoso tiempo de la generosidad y de la cortesía se convertía en el materialismo y mezquino territorio del arribismo y de la mentira.


 


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