martes, 7 de agosto de 2012

Hermann Hesse


Hermann  Hesse


Hermann Hesse fue novelista, poeta y pintor, nació en 1877 en Calw, Alemania y falleció en 1962 en Suiza a los 85 años.

Su padre fue y lo ingresó en un seminario, abandonó los estudios teológicos, trabajó como mecánico, luego de librero haciéndose autodidacta, después fue periodista.

Durante la Primera Guerra Mundial, Hesse, que era pacifista, se trasladó a Montagnola, Suiza, donde se hizo ciudadano suizo en 1923.

La desesperanza y la desilusión que le produjeron la guerra y una serie de desgracias personales, así como su búsqueda de una espiritualidad universal que diera respuestas, para él satisfactorias, de la existencia humana, se convirtieron en el tema principal de su posterior obra novelística. Sus escritos se fueron enfocando hacia nuevos objetivos espirituales y valores que sustituyeran a los tradicionales, que ya no le eran válidos.

Ganó el Premio Nobel de Literatura en 1946,

Sus obras más conocidas son: Demian, Viaje al Este, Siddharta, El lobo estepario, Narciso y Goldmundo, la última novela de Hesse, El juego de abalorios (1943), situada en un futuro utópico, es de hecho una resolución de las inquietudes del autor.

En 1952 se han publicado varios volúmenes de su poesía nostálgica y lúgubre.

Hermann Hesse es conocido universalmente por su faceta literaria.  Pero Hesse tenía también una marcada afición y talento para la pintura.

Hermann Hesse empezó a pintar a partir de los cuarenta años, y su camino como artista plástico condujo de la terapia a la pasión.

Desde la Primera Guerra Mundial, el poeta también se dedicó a la pintura con gran intensidad.

Desde sus principios autodidactas, que ayudaron a superar una crisis en su vida, creó una importante obra pictórica en unas 3.000 acuarelas que, en colores brillantes, transmiten las bellezas de Tessin, la patria chica de adopción de Hesse desde 1919 hasta su muerte en 1962.

 

 

 


 

 




    HUIDA DE LA JUVENTUD

El estío, cansado, inclina la cabeza
para verse surgir, amarillo, del lago.
Hago mi camino cansado y polvoriento
por las alamedas en penumbra.
El viento titubea y corre entre los álamos.
A mis espaldas, el cielo empieza a enrojecer.
Delante de mí tengo el miedo de la noche.
Y crepúsculo. Y muerte.
Hago mi camino cansado y polvoriento,
y detenida y dudosa queda tras de mí
la juventud, que baja su hermosa cabeza
y se niega a acompañarme.


EN LA NIEBLA

¡Qué extraño es vagar en la niebla!
En soledad piedras y sotos.
No ve el árbol los otros árboles.
Cada uno está solo.

Lleno estaba el mundo de amigos
cuando aún mi cielo era hermoso.
Al caer ahora la niebla
los ha borrado a todos.

¡Qué extraño es vagar en la niebla!
Ningún hombre conoce al otro.
Vida y soledad se confunden.
Cada uno está solo.

 

MONTAÑAS EN LA NOCHE

El lago se ha extinguido,
oscuro duerme el cañaveral
murmurando en el sueño.
Sobre el campo extendidas
alargadas montañas amenazan.
No reposan.
Hondamente respiran, se mantienen
unidas unas contra otras.
Respirando hondamente,
llenas de oscuras fuerzas, irredentas
en su pasión devoradora.


NOCHE DEL TEMPRANO ESTÍO

El cielo tormentoso,
y un tilo en el jardín,
en pie, tiembla.
Es tarde ya.
Un pálido relámpago
vemos en el estanque
permanecer, con ojos
grandes, humedecidos.

Las flores se mantienen
en tallo fluctuante
y afiladas guadañas
se acercan más y más.

El cielo tormentoso
trae un aire pesado.
Mi chica se estremece:
«¿Lo sientes tú también?»


ODA A HÖLDERIN

Amigo de mi juventud, a ti regreso agradecido
ciertos atardeceres, cuando entre los saúcos
en el jardín que duerme suena sólo
la fuente susurrante.
Hoy nadie te conoce, amigo mío; en estos tiempo nuevos
muchos se han apartado del encanto tranquilo de la Hélade,
sin oraciones y sin dioses
prosaicamente el pueblo camina sobre el polvo.

Pero para una secreta multitud de absortos entrañables
a los que el dios llenó el alma de anhelos
aún suenan las canciones
de tu arpa divina.

Cansados del trabajo regresamos ansiosos
a la ambrosiaca noche de tu canto,
cuyas flotantes alas nos protegen
con un sueño dorado.

Y cuando nos encanta tu canción más ardiente se enciende,
más dolorosamente arde hacia el país dichoso del pasado
hacia los templos de los griegos
esta nostalgia que jamás termina.


UN SUEÑO
 
Salones que cruzamos con timidez,
un centenar de rostros que desconocemos...
Con lentitud, una tras otra,
las luces palidecen.

Allí cuando su brillo se hace gris
cuando se ciega con el atardecer,
un rostro me parece familiar,
la memoria del amor encuentra
conocidos los rostros
que antes fueron extraños.

Oigo nombres de padres,
hermanos, camaradas,
así como de héroes, de mujeres, poetas
que yo reverencié cuando muchacho.
Pero ninguno de ellos
me concede siquiera una mirada.

Como las llamas de una vela
se desvanecen en la nada
dejan en el entristecido corazón
sonidos de poemas olvidados,
oscuridad, lamentos
en torno de los días ya encauzados
en leyenda y en sueño
de una luz disfrutada alguna vez.


ALGUNAS ACUARELAS DE HERMANN HESSE


Caja de pinturas de Hesse





























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