La Cólera
Me dicen,
moviendo la cabeza:
"Tienes que cambiar...
Eres muy colérico..."
Yo he sido bondadoso.
Pero no mucho tiempo.
La vida me hizo añicos.
Me golpeó en la boca.
Viví como un estúpido cachorro.
Me pegaban,
y yo ponía la otra mejilla.
La cola de la bondad,
para hacerme más colérico,
de un solo golpe
alguien me la cortó.
Les voy a hablar ahora de la cólera,
de esa cólera con la que se va de visita
y se sostienen conversaciones ceremoniosas,
mientras, con unas pinzas, al té se le echa azúcar.
Cuando me invita usted a tomar té,
yo no me aburro:
le estudio.
Me bebo humildemente hasta el té del platillo,
y, ocultando las garras,
le estrecho la mano...
Les hablaré también de otra cólera...
Cuando, al comienzo de una reunión, me susurran:
"Déjelo...
Es usted muy joven,
lo mejor es que escriba.
No tenga prisa por buscar pelea",
¡yo no cedo en absoluto!
Sentir cólera ante la mentira es ser bueno.
Les prevengo
que mi cólera no cederá.
Sepan que hay en mí cólera para mucho tiempo.
Ya no tengo la timidez de antes.
Y, además,
¡es tan interesante vivir
cuando se es colérico!
Los caballeros de la inercia
Se han hecho inmutables como objetos.
Es inútil intentar algo nuevo.
De dientes para afuera hay renunciado a mucho,
pero en su fuero íntimo son fieles a sí mismos.
No tienen prisa por conocer lo nuevo
o, mejor, no quieren entenderlo.
Y todavía ostentan presumidos
el brillo de las corazas
de los viejos éxitos.
Sé que es difícil su posición,
que sus esperanzas están condenadas a muerte
cuando en cerrada fila
se lancen al ataque de la muy justa audacia
con la calumnia al frente.
Sus cabalgaduras soy viejas y peladas,
sus maneras no son ya las de antaño.
Sus asuntos van de mal en peor
si a la pelea de frente
le tienen miedo hoy.
Como te arrepientes después
Como te arrepientes después
y como vuelve inflexible
la conciencia
cuando en un discurso de banquete
no reparas en la insidia del enemigo.
Pero espanta no comprender la lección
y cargar a cuenta de la vigilancia
atribuir de nuevo al enemigo
la inquietud joven pero honrada.
No es un mérito insistir en la sospecha.
El juez ciego no sirve al pueblo.
Y tomar por amigo al enemigo es peor
que confundir al enemigo por amigo.
Los cobardes carecen de futuro
Los cobardes carecen de futuro.
El silencio no ayuda a conquistar la gloria,
aunque a veces ocurre
que parecen osados
cuando no son más que prudentes.
Así las serpientes se mezclan entre las águilas
y, considerando los tiempos que corren,
tornan la facilidad de adaptarse a la mentira
como hábito de coraje.
Debemos ser grandes
Exijo al médico, al estibador,
al hombre que cose el abrigo
que, sea lo que sea,
todo lo hagan perfecto.
Desde las casas hasta las zapatillas,
nada debe hacerse mediocre.
La mediocridad es ajena
como ajena es la mentira.
Ordenaos a vosotros mismos
conquistar la gloria.
Es vergonzoso no se grandes.
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