jueves, 2 de agosto de 2012

José Bartolomé Pedroni


  
José  Bartolomé  Pedroni

Fue escritor y poeta, nació en Gálvez, provincia de Santa Fe, en 1899. Falleció en Mar del Plata, en 1968.

El escritor creció disfrutando de la paz del campo y rodeado de los nobles instrumentos de trabajo. 

El escritor creció disfrutando de la paz del campo y rodeado de los nobles instrumentos de trabajo. 

La infancia de Pedroni fue bastante árida, pues mientras concurría a la escuela tuvo que trabajar ayudando a su padre albañil. En esta ardua etapa de su vida fue guardando recuerdos que luego plasmó en sus versos.

Una vez le preguntaron a Pedroni para quién escribía, si para todos o para sí mismo. Él contestó imperativo que el que escribe para todos no escribe para nadie, y el que escribe para sí ha elegido el peor interlocutor, ya que a la gente no le interesan las tribulaciones personales de un poeta. 

La poesía de Pedroni apunta, como a él le gustaba decir, “al corazón del hombre”. Quizás eso explique la vigencia de su obra.


 



 


Algunos  poemas  de Pedroni


Tren 

Primero fue vivar a toda gente
que se paraba a ver pasar el tren;
reír en coro sobre cada puente
y entrar cantando en cada nuevo andén.

Después, ante el sosiego vespertino,
abandonar la sien sobre la mano,
y ya observar la fuga del camino
o el lento adiós del álamo lejano.

Hacia la noche repetir aparte
tu nombre con unción,
y querer regresar para llevarte
hasta la puerta sobre el corazón.



La gota de agua 

Oh gota musical que se separa
de la inmortalidad y oye mi oído
caer continuamente en el olvido
de mi honda penumbra, oh gota clara!

Una estrofilla de infantil dulzura,
sólo en la fuente alguna vez oída,
me ejecuta en el alma la caída
inmaterial de aquella gota pura.

De un agua fresca como de cisterna,
mi pozo espiritual colma la gota:
y sin querer tengo una voz remota
y a todas horas la mirada tierna.

Oh gota de agua dulce que te estancas
en mi profundidad, de cuyo hueco
interminablemente sube un eco
que es como un vuelo de palabras blancas.

Oh gota musical que me deparas
el milagro ideal de tu caída,
cáeme siempre, siempre que mi vida
vive en el canto de tus notas claras.



Mate

Hubo una vez en mi vida
un ángel de rostro pálido,
que en la mano de un mundo cálido
convidaba a amar la vida.

Era de mirada herida
por la nostalgia del mar,
y usaba en su remendar
de pelo nublado y liso
otro mundo que en el piso
un niño hacía saltar.

Cuánto trigo se ha cortado,
cuánta paloma se ha ido,
desde aquel mate ofrecido
por aquel ángel nublado.

Todavía está sentado
porque no sabe dormir,
y yo me quiero morir
para que su punto avance
y el sueño por fin alcance
con su mate de zurcir.


 


 


 



 

 

 

 

 


 









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